lunes, 17 de mayo de 2010

AMOR DE INMIGRANTES

Noventa años en su último invierno. Su andar apresurado era precedido por un perfume fresco y dulzón. Sus manos en ademán de tarea decían que el ocio no había nacido para ella.
Conservaba los rasgos de un rostro hermoso entre son riente y preocupado, orlado por un blanco y sedoso rodete que nunca la abandonaba.
A mediados del año 1902, partió desde Castelfidardo, su añorado pueblo de Ancona, portando en su equipaje lo indispensable… y un valioso tesoro… cuidado… mimado.
Envuelto en papel de seda y ubicado en el lugar más seguro del baúl, el rico brocato negro y el vaporoso tul blanco, se habían plasmado en un magnífico traje de boda.
Sus amigas Marietta, Giuletta y Giovanna, con inusitado entusiasmo, habían hecho las últimas pruebas para que, allá lejos, la novia luciera esplendorosa.
La acompañaron alborozadas hasta el puerto, con la pro- mesa de escribirse, de no desvincularse.
Entre risas, besos y lágrimas, la despidieron junto a los amadísimos padres, que no cesaban de abrazarla y que jamás volvería a ver.
Teresa ascendió al inmenso vapor, que exhalaba desde su chimenea un humo oscuro, lleno de misterio.
Cuidando celosamente que toda su fortuna no se le escapara, se asomó por la borda mientras el barco comenzaba a zarpar moviéndose a cada lado mientras despegaba del puerto.
Desde tierra, en juego prodigioso de almas y pañuelos, la novia contempló el último saludo de todo lo que hasta entonces había sido su vida.
Veía cómo lentamente, sus cinco seres queridos se iban transformando en una antorcha que sentía como una imagen en su interior, mientras conmovida hasta las lágrimas, tocaba una medalla que pendía de su cuello, como queriendo grabar ese instante en eterna impronta.
A pocos días de llegar a la Argentina, salía radiante del razo de su flamante esposo de la Iglesia Nuestra Señora de La Merced de la Ensenada de Barragán.
La miraban rostros nuevos, curiosos, asombrados… Las niñas casaderas, tímidamente acariciaban la pesada falda y el livianísimo manto.
La brisa ribereña acarició los rostros sonrientes, mientras los novios marchaban por la calle La Merced, en un paseo inolvidable que los llevaría hasta su nueva morada, instalada para siempre.
Su vida fue como la de muchos inmigrantes, de trabajo, de dolor, de amor.
Rodeada de sus hijos y de sus nietos, con el tiempo se había convertido en una reliquia. En las últimas semanas casi no hablaba, se había tornado en un cuerpo quieto, casi ausente.
Una mañana soleada de primavera, tomó un ovillo de lana y unas agujas que su nieta menor había dejado sobre la mesa e intentó comenzar un tejido. No pudo. Se quedó
casi inmóvil.
Destacadísima artesana de las prendas de punto, no logró manejar la hebra con las agujas.
Por la tarde del mismo día, una de sus nietas se quedó cuidándola. No la reconoció, no le contestaba.
La jovencita la mimaba y le hablaba, sin obtener respuestas.
De repente la Nonna Teresa comenzó a acariciar su medalla y a mecerse en su sillón de blandos almohadones y a refugiarse en un raro soliloquio.
“…Oggi la nave sembra si mueva poco, non c´è tormenta, il mare è calmo…¿Mancherá molto per arrivare…?
(“…Hoy parece que la nave se moviera poco, el mar está calmo… no hay tormenta… Faltará mucho para llegar…?
De pronto, la joven, con toda su frescura le susurró:
Nonna: ¿Tenés novio?
Teresa abrió sus ojos y le respondió:
-Yo sí, ¿Y tú?
- ¡ Sí, Nonna!
Con alegría desbordante y casi bailando, la muchacha le contaba a su abuela, que la miraba atónita.
-Ésta noche vendrá a buscarme para ir a bailar. Tiene un mechón rubio que le cae sobre la frente, y cuando habla y sonríe es tan hermoso…
Teresa la miró como intrigada y sorpresivamente se incorporó. Su cara cobró vida como un flor en el desierto después de la lluvia…y juntando las manos como queriendo aprisionar algo muy querido juntom a su pecho, musitó con infinita ter- nura:
- Il mio fidanzatto é molto bello quando sorride…
(- Mi novio es muy bello cuando sonríe…)
Y haciendo un mohín coqueto mientras movía la cabeza a cada lado:
- E quando non sorride!
La Nonna Teresa se acercó afectuosamente a su nieta, y mientras la tomaba de la mano, le dijo en voz muy baja como en secreto:
- Ha un dolce sguardo e bellíssimi baffi.
(-Tiene una dulce mirada y bellísimos bigotes).
Su sonrisa se acentuó en un instante y sus ojos se tornaron límpidos, transparentes, como mirando al horizonte…
-¡E sonno cosi innamorata!
- Si chiama Vincenzo, e mi sta sperando
(-¡Estoy tan enamorada!)
(- Se llama Vicente, y me está esperando).

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